jueves, julio 15

Lo otro

I
Diré castaño ventana rosal
noche piel bosque manantial palacio
azul ocaso acantilado y trigo.
Pero, ¿con qué palabras nombraré
la indecible belleza de las cosas?
Llamar fugaz a la quiebra del viento
en la sombra de las alas de un pájaro
es señal de la hondura de mi pérdida,
como es signo del dolor más estéril
describir aquel sereno extinguirse
las hojas de los tilos en la hierba.
Signo, señal, vestigio, casi nada...
Diré pasión escalofrío nube
asfalto fuego espalda sexo sombra
y advertiré, como otras muchas veces,
que ni la plenitud ni la belleza
se inventaron para ser expresadas
con la lengua mezquina de los hombres.

II
Si pudiera extraer mi memoria del lugar en el que habita,
colocar los recuerdos uno a uno sobre el fogón,
abrirlos luego con el cuchillo afilado con que corto la carne,
despiezarlos con cuidado para observar sus entrañas oscuras,
arrancarles la piel, los nervios, los tendones, la grasa,
y conservar sólo la esencia del pasado,
si pudiera hacer eso,
me quedaría entre los dedos un poco de llanto
y la sombra de lo que nunca fue.
Es que, amigos, mi memoria es de aire, de sospecha, de nada.
Puedo apenas rememorar lo que pasó a mi lado,
aquello que estuvo a punto de... pero que nunca...
lo que no se puede narrar porque no dejó huella alguna en la tierra,
lo indecible, lo vago.
No sabréis lo que digo si vuestra memoria es de carne y de saliva,
no sabréis lo que callo tampoco.
Yo misma ignoro cómo nombrar este vacío de sustancia,
este constante acontecer sin que jamás ocurra nada,
este tener lo que no sirve,
esta llama sin fuego...
Mis recuerdos, os repito, son aire.
Y la vida siempre en otro sitio.

III
Quizá la levedad:
respirar otra piel en las noches de neón y de luna.
Después, descubriré como siempre
las cenizas del océano en mis manos
y sentiré el peso de mi carne
y ya no diré nada.


Montserrat Cano

No hay comentarios: