Siento que la furia del cielo abrasa a aquellos que más quiero. Apenas dura tres horas este experimento incendiario. Las lenguas manan de los proyectiles de aluminio. Horror incesante de personas y máquinas extrañas, abrasan a los que me juraron fidelidad, a los que bailan delante de mí con respeto. La rabia imparable se descarga en quintales de brutalidad. El calor funde sangre, vísceras y hierros retorcidos. Un manto de humo oculta a la ciudad. En las afueras quedan a merced de la metralla. Los que se quedan gritan libertad ante mi tronco en una muerte desgarradora. La piel de toro se ha quebrado. La noche no acaba con las llamas del holocausto. Solo el lloro mudo de mi cuerpo intacto permanece en un caos de destrucción. ¡Cuánto hubiera dado porque las astillas de mi cuerpo saltaran por los aires! ¡Calcinadme, no dejéis mi tronco sin alma al lado del puente! ¡No me uséis de excusa para este desastre!
Félix de Andrés
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