Esta tarde, Rosas del Desierto, Taller de Danza del Vientre de la Universidad Popular de Rivas Vaciamadrid, y Literactua, tememos en placer de invitarles a un viaje a través del tiempo y la imaginación. Del tiempo porque, lo que hoy a van ver y a escuchar tuvo lugar hace muchos siglos; y de la imaginación porque probablemente nunca sucedió como nos lo han contado, sino que ha llegado hasta nosotros transformado por el deseo de quienes lo hicieron.
Hay una realidad: En el año 755, el príncipe omeya que conocemos con el nombre de Abderramán, llegó a la Península huyendo desde Damasco. El emirato de Córdoba, después califato, hizo de esta ciudad un centro mundial de cultura, arte y refinamiento. Cualidades que se mantuvieron en los reinos de Taifas.
Desde el siglo VIII hasta el XIII, en Al-Andalus, un territorio cultural que abarcaba desde Toledo hasta Algeciras y desde Valencia hasta El Algarve, la arquitectura, la música, la danza y la poesía florecieron e irradiaron hacia todo el mundo conocido. Los palacios, los jardines, las joyas delicadas y las fuentes son verdad. También lo es que las mujeres, al igual que los hombres, recitaban poesía y, en ocasiones, la escribían. Libres o esclavas, se valoraba en ellas su sabiduría, su talento, su ingenio y su sensibilidad. La escasa poesía escrita por mujeres de Al-Andalus que ha llegado hasta nosotros se basa, especialmente, en la improvisación, una tradición antiquísima que aún, en diferentes formas, se conserva en nuestros días en todo el mundo. Los poemas escritos en Al-Andalus contienen la nostalgia de las palmeras en el desierto y el frescor de los parques de Medina Azahara. Las poetisas de Al-Andalus cantan al amado o se lamentan de su desamor; escriben panegíricos a los príncipes y a los notables; satirizan con crueldad e incluso con procacidad a sus pretendientes. Y siempre se nos muestran agudas, refinadas, inteligentes, brillantes…
Esta es la realidad. Pero también tenemos lo que hemos imaginado y que no es menos cierto, porque el arte existe y no existe al mismo tiempo, y en ello radica su grandeza. Generaciones completas han creído en mujeres bellísimas que seducían a los reyes con sus palabras y sus danzas; en príncipes que recorrían a caballo las callejuelas de las medinas, escuchando los poemas que les dedicaban las esclavas; en campesinas como Rumaykiyya, que conquistó el corazón del principe Al-Mutamid en Silves y llegó a ser reina de Sevilla; en princesas como Wallada, por la que suspiraba el gran poeta Ibn Zaydun; o en amores desdichados como los de Hafsa y Abu Yafar Ahmad, que concluyeron con la muerte de éste otro poeta. Hemos creado, para nuestro deleite, un mundo de mujeres libres y hombres que gozaban con su talento. Y lo hecho, hecho está: el Al-Andalus de la belleza, el verdor y la elegancia existe porque está en nuestra mente, en nuestro corazón y en nuestra esperanza.
Por ello les ruego que, ahora, cierren los ojos, y no vuelvan a abrirlos hasta que escuchen la música. Aprovechen esos instantes para dejarse llevar a otro lugar y otro tiempo, hacia un lugar y un tiempo que quizá nunca fueron, pero que debieran haber sido. Y cuando vean a las danzarinas y escuchen los poemas, por favor, entréguense a la belleza, el hilo de diamante que une épocas, lugares y, sobre todo, sensibilidades.
Montserrat Cano
No hay comentarios:
Publicar un comentario